Este es un relato corto que quisiera dedicar a alguien muy especial que está pasando un mal momento. El desamor.
Siempre podrás contar conmigo... y con el mundo.
Muchos ánimos.
Triste desengaño; desmontando una fachada.
Tendría dieciséis o diecisiete años, no lo sé con
exactitud porque hoy, quizá no quiera recordarlo. Solo sé que en aquel momento
le amaba. Solo pensé que en aquel momento formaría parte de su vida y él de la mía
hasta el fin de nuestra existencia. Solo hoy sé, que me equivocaba.
Si ahora me preguntaran que pude ver en él, no tendría
una respuesta clara ni concisa.
No era guapo, ni fuerte, ni siquiera dulce.
Lo achaco a mi edad, a sus mentiras, a las falsas
ilusiones que me hicieron sentir como una princesa de cuento, a las promesas
que yo vi sinceras y reales. Culpo a mi ceguera, a mi sordera y a la magia del
enamoramiento.
No fue el primer hombre de mi vida, ni el único que me
regaló los oídos con hermosas palabras y sin embargo, sucumbí ante él como
hechizada por un oscuro sortilegio. La ilusión de una familia propia, de unos
amados hijos…
Todavía no me explico como se puede amar tanto a
alguien para después odiarle en la misma intensidad. Aún no se por qué habría
vendido mi alma al diablo por él pensando que lo merecía cuando en el fondo no fui
más que una marioneta en sus manos.
¡Que terrible estupidez ese amor! ¡Que triste saber que
perdí una batalla sin saber que estaba en guerra! ¿Por qué no me di cuenta
antes?
Cuando pienso en todas las veces que presumí de él. Que
alardeé de tener un buen esposo, un buen amante… no era cierto. Ahora me doy
cuenta. ¡Que tonta debo parecer ante el mundo! ¡Cuantas risas, seguramente a mi
costa!
A veces, busco dentro de mi, algún sentimiento bueno.
Fueron trece o catorce años juntos, algo debía quedar de todo aquello, de las
cosas que vivimos, que compartimos… pero no encuentro nada y me siento morir.
Ni fuego, ni chispas, ni siquiera cenizas que pueda barrer. No le amo. No sé si
en verdad alguna vez le amé.
Es cierto que todo esto podía haber acabado antes.
Siempre hubo terceros que esperaban nuestra derrota… nuestra caída. Siempre
hubo quien lo vio llegar antes que yo.
Ironía de la vida. ¿Por qué me aferré a un amor de
apariencia?
Yo era una muchacha normal, con mis sueños, mis
ilusiones. Él… no sé como era. No me detuve a pensar que era cruel por reírse de
los menos afortunados. No quise analizar la forma de jactarse de la gente. Él
siempre tenía más dinero, tenía el mejor coche, era el que más sabía… y que incrédula
yo, por ser la única que le creí. ¡Ja!
Se coló en mi vida fingiendo ante mi familia que era
una victima… haciendo que todos los hermanos nos separáramos, e incluso engañó
a mi padre haciéndole creer que él era más que su propio hijo. Y yo, no supe
ver. No quise ver.
Para mi su envidia eran deseos, sus celos protección.
¡Cruel! ¡Cruel!
Y entonces descubrí sus engaños, sus mentiras de
ladrón, su infidelidad… Y entonces yo abrí los ojos a la verdad. Una verdad que
formó en mi pecho un nudo de angustia.
Sabiendo todo eso ¿no podríamos haber llegado a un
acuerdo? ¿No se supone que me quiere más que a su vida? ¿Qué todo lo que ha
hecho ha sido por mi? ¿No son esas sus palabras de disculpa?
El final ha llegado. Un resultado que jamás en la vida
habría deseado, que nunca habría esperado. Cuando me casé con él lo hice en la
creencia de envejecer juntos, de conocer a nuestros nietos y sin embargo… él
eligió otro camino. O quizá continuar con el que había emprendido sin mí, el
que había construido a base de engaños y falsedades.
¿No decía ante los demás que era la mejor madre del
mundo? Eso era cuando acariciaba mi vientre presumiendo ante los que no podían
engendrar. Y yo creyendo que deseaba a mi bebé y sin embargo… lo único que
quería era hacerse el machote frente al resto de los hombres.
¿Por qué ahora de repente soy la peor?
Tal vez porque ya no le amo. Porque no soporto sus
besos que saben a argucias. Porque aborrezco sus manos llenas de invenciones.
¿Por qué no siento nada por él? ¿Por qué no hago lo que
me manda con la venda puesta en los ojos? ¿Por qué he dejado de ser una incrédula?
Pues le grito: ¡¡ me da igual lo que pienses!! No
puedes dañarme más. No voy a permitírtelo.
Ha conseguido a pulso que le odie tanto como él me odia
a mí. Ahora soy inmune a sus palabras, a sus amenazas. Ahora veo un mundo nuevo
a mí alrededor y creo que el sol brilla más que nunca, que el cielo es más azul
y el fuego más rojo. Ahora distingo otra vida nueva en la que él no tiene
cabida.
Que vaya a engañar a otra si puede. Alguien que crea en
sus tretas, alguien con quien pueda simular volver a empezar de cero. Yo ya he
dejado de ser una niña. Ya no creo en los hechizos. No existen las quimeras.
Para mi, en este momento tan crucial de mi vida, solo
existe una frase:
“mejor
sola, que mal acompañada”
Qué relato tan bonito y qué cruel debe ser el desengaño!!! A veces las personas se estancan en un sentimiento que no es cierto.
ResponderEliminarMuchos besos Sandra!