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jueves, 26 de abril de 2012

Lady de los Justos (última parte)


27

-¿te das cuenta que finalmente mi padre ha vencido?

Dani se hallaba bajo las frazadas por lo que Diego solo escuchó su voz ahogada.

 -Te repito que no vamos a estar bajo sus órdenes.

Dani sacó la cabeza, sus ojos brillaron significativamente al observar el torso desnudo de Diego antes que este terminara de colocarse el grueso jersey de lana.

 -No me mires así nena, estamos hablando de algo serio.

 -No en nuestra cama, a partir de ahora queda terminantemente prohibido hablar de esos asuntos en nuestro espacio y por cierto ¿Dónde vas con tanta prisa? – se estiró perezosamente sobre el colchón y él siguió sus movimientos con deseos de volver a entrar en la cama, pero no lo hizo y ella frunció los labios haciéndole saber que la molestaba.

 -Tony dijo que abriría el centro de comunicaciones y que abastecería las tiendas, quiero echar un vistazo.

Ella suspiró decepcionada, si por ella fuera ese día no se habrían levantado de la cama.

 -Diego, ¿nos tenemos que casar de verdad?

 -Hablas de ello como si fuera algo horrible – se encogió de hombros y agitó la cabeza con una sonrisa burlona – si total, tarde o temprano nos hubiéramos unido.

 -¡nos hubiéramos unido! ¡Tú lo has dicho! Pero no entiendo porque la tontería de casarse – soltó una risa cristalina que empapó los sentidos de Diego – No existe el registro tal y como lo conocemos, posiblemente seamos las primeras personas en casarse después del cese del gobierno. – Dani volvió a reír – Los letrados y funcionarios fueron los primeros en dejar sus puestos, los hospitales del norte atienden a las personas según sus urgencias y necesidades y porque los médicos se han ofrecido sin obtener nada a cambio… – se incorporó de la cama y tiritó en contacto con el frío del dormitorio.  Cogió lo primero que tenía a mano que fue la chaqueta de cuero, y se la puso sobre la piel desnuda. Los dientes castañearon – Torresino hemos estado malviviendo, o sobreviviendo si prefieres llamarlo así. Los Justos tampoco lo estaban pasando tan bien…

 -Ahh! Prestaste atención a tu padre.

Dani torció el gesto.

 -Lo que quiero hacerte entender Diego, es que la vida no será igual, debemos partir de cero. Hazte a la idea de que todo es como el principio de los tiempos – él frunció más el ceño todavía – como las historias esas de medievales, del mago Merlín, Ivanhoe… Tenemos que resucitar un país.

 -Dani, de verdad, yo solo quería saber si ya funcionan los ordenadores, nada más – contestó medio balbuceando.- ¿Por qué no regresas a la cama y descansas? – La besó en la frente y salió por la puerta, sin embargo se volvió a mirarla antes de cerrar  – Podrías ir buscando… un escribiente, por que nos casamos. Ese fue el trato.

 -¡Tú trato! – gritó ella para que la escuchara, Diego ya había cerrado la puerta. -¡tendrá morro! Y encima dice que mi padre fue más educado que yo. ¡Ja! – bufó enojada buscando sus ropas.

El Justo al final se había salido con la suya, Lady iba a ser la alianza, y ahora lo era. Claro que Diego no era lo mismo que Bernardo y Diego no se iba a dejar manejar con facilidad. Además era un alivio el saber que su padre cedía el cargo a su hermano mayor, y esté no parecía llevarse demasiado mal con Diego. Ella ya les había advertido la noche anterior, no pensaba tratar ni con su padre ni con ningún familiar, Diego quería casarse, ¡pues que él apechara con las consecuencias!



 -¡Carmele! ¿Dónde esta Cruz? – Dani llevaba un rato buscando a las chicas sin hallarlas y comenzaba a pensar que habían salido sin ella. A lo mejor se pensaban que porque ella y Diego se iban a casar debían dejarla de lado. ¡Pues estaban equivocadas!

 -Deben estar en alguna de sus habitaciones porque vi a Alicia subir varias botellas.

Dani arqueó las elegantes cejas.

 -Mi prima no bebe… - se miró el reloj de pulsera para terminar decir – a estas horas. – Carmele se encogió de hombros y volvió a su tarea.

Dani ascendió al piso superior y enseguida vio la trampilla del desván abierta con las escaleras desplegadas. Juraría no haberlo visto en las dos veces que se recorrió el pasillo. Al llegar hasta allí escuchó las voces de las chicas que llegaban bastantes animadas.

 -Hola – saludó subiendo – ¿os habéis olvidado de invitarme a vuestra fiesta?

Las miró y la sonrisa que tenía pintada en su boca desapareció por arte de magia al ver a Cruz llorar como una madalena sobre el hombro de Alicia.

 -¿Qué ha pasado? – preguntó.

Elizabeth era la chica que más cerca tenía y la que contestó:

 -Es por Seth. La hemos dicho que no la queríamos dejar sola, y aquí estamos como tontas llorando. – al decirlo se retiró una lagrima.

 -Y bebiendo.

 -pero llorando también – replicó la chica. -¿y tú? ¿No estas con tu chico?

 -¡que va! La tecnología hoy es mucho más importante.  – cogió la botella que alguien la entregó. La miró como si fuera una serpiente a punto de atacarla y luego bebió un buen trago. El líquido bajó por su garganta prendiendo todo lo que tenia, ella jadeó simulando echar fuego por la boca -¿pero que es esto?

 -Aguardiente.

 -¡oh vaya! ¡Esta malísimo! – volvió a beber, esta vez entró algo más suave, las demás veces ya no lo fue notando mucho. El cuerpo adquirió una calidez muy especial, era como la sensación de caminar volando a ras del suelo.

 -¿Qué haces Dani? – la preguntó Alicia.

 -¡mira! Parece que las botas no pesan – giró por la habitación varias vueltas seguidas – Pruébalo Ali, veras no pesa.

Alicia soltó una carcajada y desprendiéndose de Cruz la imitó entre risas. Elisabeth se unió a ellas y entre todas convencieron a Cruz.

Charlaron y bebieron, bailaron y bebieron, lloraron y bebieron.

 -Que tire la primera piedra la que no vaya borracha.

No fueron piedras las que rompieron el cristal de la única ventana del desván, unas gafas de sol, unos guantes, un casco, varias botellas vacías. Rompieron a reír escandalosamente y Dani se dejó caer sobre una vieja alfombra, Cruz la siguió.

 -¡no puedo creerlo chicas! Estoy destrozada, echa polvo y vosotras habéis logrado animarme. ¡Sois autenticas!

 -¿ya te has olvidado de él?

 -No – Cruz se encogió de hombros con una mueca divertida – pero habéis estado conmigo en todo momento y…

 -¡Vamos a buscarle! – Dani se puso en pie al cuarto intento. – Venga vamos.

 - ¿a buscar a quien? – rio Alicia viendo a su prima trastabillar hacía la trampilla. La imaginó cayendo por las escaleras y se acercó para cogerla la mano.

 -¡pues a Seth! Vamos Cruz, no te quedes hay como tonta…

 -Estoy aquí Dani, detrás de ti – contestó Cruz dándola con el dedo en el hombro.

Alicia volvió a soltar una de sus sonoras carcajadas. Se había dado cuenta que Dani había confundido a Cruz con un alto perchero que habían colocado en un rincón del desván.

 -¿has visto el moco que tenemos? ¡Si ni siquiera podemos llevar las motos!

Dani se rascó la frente asintiendo:

 -¡es verdad tenemos que coger las motos! ¿Por qué no las compramos con piloto automático?

 - A lo mejor porque aún no existen – respondió Cruz - ¿Por qué no existen, verdad?

 -Yo no las he visto nunca. – negó Alicia repentinamente seria.

 - es porque son muy rápidas – se inventó Dany.

 - Pues le decimos a Vaquero que nos lleve. A ver ¿alguna sabe donde iba Seth? – dijo Cruz agitando la mano.

- ¡esperar! Voy hablar con Diego ahora mismo, él tiene que saber donde esta. – todas escucharon el golpetazo que se dio Dani cuando aterrizó  las posaderas sobre el suelo del pasillo. Se asomaron con distintas miradas, todas a punto de volver a echar a reírse.

 -Podías haber utilizado la escalera – dijo Alicia reteniendo la risa en la garganta.

 -Esto es más rápido –contestó Dani con orgullo queriendo hacerlas creer que lo había echo adrede.







28

  -¿Dónde vas nena?

Dani había pasado de largo la puerta de su dormitorio, se paró al escuchar a Diego girándose lentamente hacía él.

 -Te estaba buscando.

 -¿estas bien? –la preguntó acercándose a ella. En cuanto llegó a sus fosas nasales el olor de alcohol la miró incrédulo -¿has bebido?

 -¡No! ¡Que va! – agitó la cabeza con tanta fuerza que estuvo a punto de marearse, con disimulo se agarró al marco de la puerta y le sonrió con ojos brillantes – Alicia estaba consolando a Cruz y me quede un rato con ellas. -¿la creería?

Diego alzó ligeramente las cejas y se apartó para que ella entrara en el dormitorio.

 -pasa Dani.

 -Tú primero – le dijo ella con un  pequeño hipo.

 -No pasa tú – insistió él con una sonrisa. Quiza Dani pensó que Diego no se había dado cuenta de que había bebido, pero Diego no solo tenía un fino olfato. Ella casi era incapaz de sostenerse sobre sus piernas y su cuerpo se balanceaba peligrosamente en el hueco de la puerta.

 -Como quieras – respondió Dani soltando un largo suspiro. Concentrada caminó hasta la cama rezando por no desviarse de su objetivo, si guiñaba un ojo era capaz de ver con normalidad, en cambio con los dos abiertos veía todo doble, se sentó con tanta fuerza que todo el colchón  vibró.

Diego había cerrado la puerta y la miraba con la espalda apoyada en el muro y los brazos cruzados sobre el pecho.

 -¿Qué has bebido?

Ella hizo una mueca de asco cuando levantó la cabeza para mirarle:

 -Aguardiente, pero… creo que me ha sentado fatal – hundió la cara entre las manos.

Diego se acercó hasta ella y la rodeó los hombros con un brazo.

 -Eso creo yo. ¿Has comido algo? – Ella negó con la cabeza igual que una niña - ¿quieres que te suba algo? – volvió a negar.

Diego la ayudó a recostarse sobre la cama y ella forcejeó entre risas:

 -¿te quieres aprovechar de mi?

 -Pudiera ser –  logró tumbarla boca arriba y él se sentó a horcajadas sobre ella cogiéndola de las muñecas. Muy despacio acercó su boca a la de ella y Dani cerró los ojos, la besó ligeramente. - ¿quieres un café? ¿Más aguardiente?

Dani se soltó una de sus manos y  la puso sobre la boca al tiempo que trataba de levantarse. Diego se apartó corriendo.

 -¿vas a vomitar?

Ella asintió.



Las sombras de la noche se cernían en el exterior con un frio helado, al menos no nevaba y llevaba varios días sin llover.

Dani se despertó con un buen dolor de cabeza, la boca seca y el estomago revuelto. Como Diego no estaba por allí aprovechó para borrar la huella del consumo abusivo de aquella mañana. ¡La última vez que bebía! Se sentía como si un tren hubiera pasado por encima, no una vez, si no unas cuantas.

¡Pobre Diego! ¿Cuántas tonterías le había dicho? Porque recordaba algunas pero otras no… Sonrió. El chorro de la ducha golpeó su rostro y ella se explayó con deleite, la fuerza del caudal del agua era más fuerte de lo normal, así como la potencia de la luz que los últimos años la había tenido al mínimo.

Estaba tan relajada que no supo que Diego había regresado hasta que no metió la cabeza en la bañera.

 -¿Cómo estas? – él parecía serio quitándose la chaqueta.

 -Como nueva – extendió las manos mojadas hacía él - ¿quieres entrar?

Él miró el hueco dudando, se desnudó bajo los atentos ojos de Dani y ella se apartó para dejarle pasar. Se abrazó a él en cuanto tuvo oportunidad.

 -Llegué a pensar que moriría.

Diego rodeó su cintura y la atrajo contra él, la mano libre la enredó en la media melena cobriza. El agua caía tibia sobre sus cabezas y hombros.

 -Como mucho un coma etílico – tiró del pelo levantando su cara para absorber el brillo de la mirada gris y cristalina. – Ya me ha contado Alicia vuestro plan.

 -¿Qué plan? – abrió los ojos con sorpresa. ¿Habían planeado algo que ella no podía recordar?

 -Lo de ir a buscar a mi hermano.

 -Ahh, si, era eso – le regaló una trémula sonrisa - ¡que susto! Ahora no me acordaba de nada. Recuérdame que no vuelva a beber como una cosaca. – Alzó sus manos para rodear el cuello masculino y apoderarse de su boca  - por cierto – murmuró contra sus labios de miel -¿sabes donde esta tu hermano?

Diego la tomó de las caderas y la levantó contra él haciendo que las largas piernas rodearan su cintura.

 -iba a pasar un par de días en la ciudad y luego viajaba hacía el norte – la aplastó contra la blanca pared de azulejos, ella le miraba con la boca entreabierta y las mejillas teñidas de rosa. Sentía las fuertes manos masajeando sus nalgas – en una hora aproximadamente saldremos a buscarle.

 -Humm.

 -¿te sientes bien para venir? – ella volvió a gemir. En ese momento no sabía de lo que estaban hablando, era muy difícil pensar cuando aquellas manos la acariciaban el trasero y sus senos se frotaban eróticamente sobre el torso de él. La incorporó un poco más y Dani exclamó cuando la tomó un pecho con la boca. Dejó caer la cabeza contra la pared, sus manos se aferraron al cabello de Diego y se estremeció cuando el hombre la invadió con todo su ser.

 -Te quiero Diego – le susurró antes de volverse loca de excitación.



Tiempo después Dani, vestida de cuero, se acercó hasta las motos donde Cruz y Alicia la estaban esperando. Diego tenía ese gusanillo especial por la aventura, había tomado un casco negro y esperó a que la muchacha subiera ante él. Ya sabía por Seth que Dani era una conductora magnifica y aunque había intentado convencerla de ser él quien llevara el vehículo, Dani se había negado confesándole que nunca iba de paquete, sentía pánico cuando no era ella quien conducía.

Se apretó contra la delgada espalda, otra vez estaba excitado y es que estar con Dani tan cerca era un peligro constante. Durante el viaje intentó pensar en otra cosa que no fuera aquel cuerpo caliente y suave que olía a cuero con una mezcla de hierbas frescas.

Los arboles pasaban a su lado con velocidad sin poder mantener la vista sobre un punto fijo, prefería su furgoneta mil veces, es verdad que admiraba los moteros y las piruetas de las que tanto les gustaba presumir, pero él era un poco receloso en cuanto a la seguridad de ese aparato con dos ruedas.

Tenía una pequeña idea de donde podía estar Seth, al menos le había estado ayudando a señalar el itinerario que iba a seguir. Miró a Cruz que viajaba muy cerca de ellos, Alicia se había adelantado ligeramente.

No estaba muy seguro de como reaccionaria su hermano cuando les viera llegar, quizá lo más lógico sería que solo él se acercara para advertirle de la presencia y por su puesto, las intenciones de las chicas. De seguro, Seth iba alucinar.





 

Muchas gracias por esperar. Ya estoy aquí más centradita. Un besazo para todas.

29

Tan solo faltaban un par de horas para que despertara la mañana y el dueño de la chocolatería aún no había podido cerrar el negocio.

No tenía ni idea de quienes eran aquellas personas que habían ocupado los bancos cercanos al escaparate, las motos de fuera eran suyas, así como los cascos apilados en una de las mesas vecinas. Daba igual porque no había ni un solo cliente que no fueran esa pandilla de moteras y el hombre alto y castaño que las acompañaba.

Al verlos entrar se había asustado y cinco minutos más tarde se había ofrecido hacerles un pastel. ¡Eran tan agradables esas mozas que hubiera sido capaz de prepararles una cena en condiciones!

Pero el tiempo había pasado, las chicas se habían acomodado y el único que parecía despierto era el hombre que observaba todo con ojos entrecerrados.

 -¿le apetece un café? – le preguntó cuando sus miradas chocaron.

Él asintió, acarició la cabeza de la pelirroja que tenía al lado y se acercó hasta el mostrador.

- ¿no habrá visto por aquí a un tío que se parece a mi pero con el pelo largo? – pregunto él joven tomando asiento en una banqueta alta.

¡Claro!

 - Estuvo aquí, si – afirmó totalmente convencido- ¡No podía dejar de mirarle y era por eso! ¡Se parecen muchísimo! – La cafetera comenzó a pitar y se dio la vuelta a recoger la taza. El aroma del liquido caliente y amargo lleno la chocolatería – Ese hombre es un familiar ¿verdad? Me preocupé cuando se marchó con Estefi – el motero arqueó las cejas – Es la camarera del local de al lado, se fueron juntos a primera hora de la noche.

Una de las chicas pareció despertarse, si es que había dormido, y se acercó al mostrador observando al dueño con atención.

 -¿sabe si se aloja en los apartamentos de la esquina? – preguntó la joven con voz áspera y ronca.

 -Claro que esta ahí Cruz, vimos la moto – contestó su compañero.

- Ya pero pensé que podría estar durmiendo y que si iba, le molestaría – dio un sorbo al café que había sobre la barra – ahora me da igual lo que este haciendo – ella se giró pero el motero la cogió del codo.

 -Déjame que yo hable con él primero.

El camarero se retiro al ver la furiosa mirada de la muchacha, aun así la dijo:

 -Señorita, Estefi es una buena chica, ese hombre… - Tenía miedo por que la ingenua Estefi se viera envuelta en alguna bronca.

 -Cállese – la voz del amigo le sonó a orden y obedeció.



 -Espera Cruz – Dani la alcanzó antes que golpeara la puerta de la habitación - ¿has pensado bien que le vas a decir cuando te pregunte que haces aquí? Escúchame, ¿si en verdad no esta solo? No tienes ningún derecho sobre él.

 -¿Qué pretendes Dani?

 -Quiero evitar que Seth te avergüence. Espera a que estéis solos…

Cruz golpeó la puerta, Dani aguantó la respiración.

 -¿estas segura Cruz?

La muchacha negó.

Al cabo de unos minutos escucharon la voz de Seth y el ruido del percutor de una automática rompiendo el silencio del corredor.

 -¿Quién es? – la voz ronca del hombre llegó ahogada por la madera.

 - Dile algo – murmuró Dani mirándola fijamente. No se cambiaria por Cruz en ese momento por nada del mundo.

 -¿a través de la puerta? – susurró ella. Dani asintió.

 -Si no contestas ¡lárgate! – continuó diciendo la voz de Seth.

 -Soy yo, Cruz – medio gritó irguiéndose en la posición de firme.

Se hizo un silencio espeso, pesado, hasta que finalmente Seth abrió la puerta. Se había puesto rápidamente unos ajustados pantalones y llevaba el botón desabrochado mostrando una fina línea de vello oscuro, el torso estaba totalmente descubierto y era digno del mejor escultor. El arma estaba sobre una mesilla.

 -¿se puede pasar? – preguntó Cruz con frialdad y los labios apretados con disgusto. Seth se encogió de hombros apartándose para que entraran.

Dani cerraba el paso fingiendo que le interesaba más la decoración del cuarto que saber si había alguien en la cama de su fututo cuñado. La cama estaba revuelta y vacía, gracias a Dios y Dani soltó un suspiro de alivio.

No habiendo terceras personas las cosas podrían arreglarse fácilmente. ¿No?

Cruz se volvió a él entre feliz y sorprendida, Dani en cambio carraspeó nerviosa deseando salir de allí. Solo había acudido por si la tal Estefi tenía problemas con Cruz, pero al parecer Seth estaba solo.

 -¿ha sucedido algo? – preguntó de repente Seth asustado. Se restregó los ojos y caminó para observar a través de la ventana.

Cruz miró a Dani esperando que ella dijera algo, no pensaba hacerlo desde luego, la idea de estar allí, de haberlo despertado… había sido de Cruz, aún así con las mejillas sonrosadas, saludó a Seth.

 -Seth – Dani le señaló la cintura del pantalón – se te ha olvidado el botón.

El joven no presto mucha importancia al detalle abrochándolo  y Dani se lo agradeció. Que hubiera comenzado una relación con un hombre al que por cierto adoraba, no significaba que no se ruborizara con esas cosas.

 -¿Por qué estáis aquí? – preguntó confuso.

 -Hemos venido a buscarte – dijo Cruz con decisión, Dani tragó con dificultad, realmente ella no pintaba nada allí.

 -¿Por qué?

 -Tu hermano se casa, deberías haber esperado al menos hasta la boda para marcharte.

 -¿Qué? – Seth estaba atónito.

Dani no podía cerrar la boca de la impresión. Aquella era la excusa más tonta y mala que había escuchado en su vida. ¿Pues no pensaba recriminarle el no haberse despedido de ella? ¿Por qué Cruz se inventaba las cosas?

 -Pero por mi…. – se calló cuando Cruz la hizo una señal. – Quería decir que a Diego le haría mucha ilusión que te quedaras hasta… después - ¿Por qué le metía a Diego en esos líos? – Uff ¡que calor hace aquí! ¿No? – rápidamente comenzó a pensar un modo de escapar de allí.

 -A ver, no entiendo nada, ¿me decís que venís hasta aquí a las cinco de la mañana para decir que este presente en la boda de mi hermano? – Seth se volvió a Dani con el rostro más incrédulo que ella hubiera visto - ¿sabe mi hermano que estas aquí para llevarme…?

 -¡No! ¡Si! ¡Claro que sabe que estoy aquí! – Dani frunció el ceño cuando observó a su amiga - ¡esa chorrada que has contado es patética, Cruz! – Buscó la mirada de Seth con una clara advertencia – Cruz esta aquí porque te quiere – escuchó exclamar a la muchacha pero no quiso mirar no fuera a ser que la pegara – y sé de buena fuente que estas hasta la medula por Cruz – ahora fue él quien exclamo.

 -¡Yo no le quiero!

 -¿hasta la medula? ¡No me hagas reír!

 -Espero abajo.

Seth y Cruz siguieron farfullando durante un buen rato pero Dani no les prestó atención cuando salió del cuarto.

Ella no era ninguna celestina, tampoco ninguna tonta como la estaba haciendo quedar Cruz ¡nada de eso! Ella les había allanado el camino y ahora que hicieran lo que les diera la gana.

La sensación de haber estado metida en un campo de minas que por un mal paso que diera podía salir herida, se calmó en cuanto vio al amor de su vida apoyado sobre la moto. Alicia y él charlaban jocosamente y Dani sonrió emocionada, eran las personas que más quería y admiraba, era una satisfacción enorme saber que ellos se llevaban tan bien, sobre todo sabiendo que su prima se marcharía pronto y que ella podría compartir su preocupación con Diego. Y Dani no podría evitarlo, lo sabía y la apenaba, Alicia todavía no encontraba su sitio.

 - ¿ha cerrado la churrería?

 -El pobre hombre estaba deseando marcharse a descansar, se ha quedado a dormir dentro porque abre en un rato. ¿Qué ha pasado por ahí? – preguntó Diego alzando la mirada a las ventanas superiores.

 - De momento están un poco nerviosos – les explicó Dani – creo que les he dejado suficientemente claro el tema del que deben hablar. Les damos media hora y después les robamos la habitación ¿no?

 -Nosotros habíamos pensado que con cuarto de hora es suficiente. Hace frio y tenemos sueño. – gruñó Alicia.

  - es verdad – Dani rodeó la cintura de Diego y se apretó modosamente contra su pecho. - ¿hacemos apuestas?

 -Se lían – respondió Alicia.

Diego asintió con la cabeza:

 -Si, se lían ¿Por qué? ¿Tú vas a decir lo contrario?

 -Y os voy a ganar – Dani chasqueó la lengua – No me gustaría pero no veo a Cruz sincerándose con Seth.

Diego la rodeó los hombros con su brazo:

 -Puede que mi hermano este lo bastante furioso como para dejar aclarado más de un punto.

 -¿Qué quieres decir con eso Torresino?

 -Que la paciencia tiene un límite y Seth ha sido el santo Job desde que conoció a Cruz. – miró el reloj de pulsera y Dani lo miró con él. Ya no quedaba mucho.





Cruz bajó la cabeza y alzó la mirada cuando Seth se infló ante sus ojos. Su furia le ampliaba el pecho y la tensión de aquellos fuertes músculos le hacían parecer más alto.

 -Me gustas mucho Cruz – admitió con voz sincera – pero… no… - negó con la cabeza – Tú jamás estarás preparada para llevar una relación. ¡Y no es que lo invente! Tú misma me lo has dicho en muchas ocasiones.

 -¿Por qué te has marchado Seth? – le preguntó en un hilo de voz. – Estuve esperando que vinieras a despedirte de mí. – no se atrevía a mantener la cabeza levantada.

 -No quise hacerlo.

La frialdad de Seth era espeluznante. Admitía que la gustaba pero se marchaba sin intentarlo.

Ella asintió alejándose de él hacía la ventana, más que nada para darle la espalda porque no podía soportar todas las emociones que cruzaban por el rostro de Seth, angustia, desconfianza…

 -Yo me enteré muy tarde. – Clavó la vista en el cristal de la ventana donde ambos se reflejaban como en un espejo.

-Simplemente no me gustan las despedidas Cruz.

 -Pero los demás…

 -No me dañan tanto como tú.

Cruz luchó lo indecible contra las lágrimas.

 -Lo comprendo.

 -No, Cruz, no lo comprendes – se puso tras ella, tan cerca, que Cruz adsorbió su calor corporal a través de la chaqueta. – Quiero verte sonreír y me tratas de payaso, deseo ayudarte y solo recibo tus gritos. ¿Me ves como a un estúpido? ¿Es eso? – podía sentir el aliento de Seth sobre su cuello. Ella negó con la cabeza - ¡No me das oportunidad de mostrarme como yo soy! Si me rio te molesta y si me voy con otra… - ambos pensaron en el día que él y Eli revisaban los discos - ¿Qué quieres de mi, Cruz? Mírame y dime ¿Qué pretendes que haga ahora?

Cruz le enfrentó por fin, sus ojos brillaron apenados.

 -No sabía como te sentías.

 -¡no, por supuesto que no! ¿Sabes porque? Porque te has quedado bloqueada en una etapa de tu vida y todo lo demás no te interesa – Cruz quiso gritarle que él la interesaba pero la cobardía frenó su lengua - ¿quieres saber que es lo que pienso de ti? ¿Qué opino después de saber que te sucedió?

 -No – musitó dolida.

 -¿Por qué?

 - Porque me da miedo – soltó un suspiró tembloroso. La dolía la garganta y la costaba respirar – porque puede que no me importe lo que piensen los demás pero no lo que pienses tú.

 -¿Pero no quieres saberlo? Siempre has sido muy sincera conmigo, siempre a cuchillo con todo lo que decía, y tú, la valiente Cruz que me enseñó muchas artes que yo desconocía, no es capaz de escuchar lo que considero de este asunto. – Seth fue a recoger su jersey y lo pasó por la cabeza – Cuando estés preparada para oírlo…

 -Dímelo – le imploró con voz áspera tomándose de su brazo - ¡dímelo y acabemos con esto!

30

 - De acuerdo – Seth tomó una silla, con mucha agilidad la levantó en el aire y la depositó en el suelo ante ella con un golpe seco – siéntate.

La vio titubear, creyó que no obedecería pero se confundió cuando ella se quitó la cazadora y se sentó con la espalda erguida.  El cabello caía revuelto en su espalda y un grueso mechón rozaba su mejilla, un mechón que Seth estuvo tentado de colocar tras su oreja, se retuvo, tocarla en aquel momento era peligroso, sobre todo después de dejar marchar a la simpática camarera sin haber satisfecho sus necesidades.

Cuando Estefi se fue se maldijo mil veces, si ella no hubiera abierto la boca en el mismo momento que iba a penetrarla hubiera seguido imaginando que era Cruz quien se hallaba bajo él retorciéndose de placer. ¡Había sido un cabrón con la chica! Se había disculpado con ella a sabiendas del deseo que pintaba sus ojos.  Y ahora tenía a Cruz ante él y la excitación se hizo tan evidente que la única manera de estar con ella era sentándose en la cama con las piernas ligeramente abiertas y el cuerpo inclinado hacía adelante uniendo las manos ante sí.

Cruz estaba nerviosa, él mismo lo estaba.

 -El día que te conocí no me fijé en ti. Me gustaba Dani.

Ella le miró sorprendida, con la boca entreabierta.

Seth asintió con la cabeza:

 -Dani me confundió – soltó una carcajada carente de humor - ¡no pensé que fuera una maquina de matar!

 -No mató a nadie – susurró Cruz.

 “En cambio tú si” – pensó Seth. No quiso continuar por ahí, no tenía ganas de escuchar sus gritos. No estaba dispuesto a dejar que montara un alboroto allí, eran las tantas de la mañana y había gente que continuaba durmiendo.

 - ¿sabes que es lo que me atrajo de ti?

Ella se encogió de hombros expectante.

– La mala leche que tienes – “tú hermosa boca de fresa” – el desagradable tono de tú voz – “como mueves el culo al andar” – la pinta machorro que tienes – “tú cuerpo”

 -¿Cómo te puede atraer esas cosas?

 -Son defectos horribles que deseaba eliminar de ti – Seth hizo una estudiada mueca con la boca, se paseó la lengua sobre los labios sabiendo que los ojos de Cruz repasaban sus gestos con atención – No sé porque pensé que te abrirías a mí, que dejarías al menos que fuera tu amigo…

 -Y lo fuiste.

 -¡no! ¡No lo fui! – se ofendió – “Seth ¿has quitado la llave de la moto?”  “Seth limpia las armas” “Seth” “Seth” Nunca me trataste como a un amigo, sabías de sobra que hubiese hecho cualquier cosa que me pidieras solo para que aprendieras a confiar en mi, pero no… No podías porque te sentías engañada, traicionada, porque estas obsesionada con que te ocurrirá otra vez. ¡Yo no tengo la culpa de que conocieras al hombre equivocado! Por mucho que te duela yo no soy culpable de eso y tampoco voy a decir que lo fueras tú porque eras muy joven, muy niña ¡Pero yo no soy el Justo! ¡No soy como él! Si te digo que no me importa lo que te sucedió estaría mintiendo – la vio tragar con dificultad – Me importa porque sé que sufriste, que te hicieron daño… He querido darte tiempo Cruz pero no puedo. ¡Cada vez que te veo siento que necesito besarte! Necesito que me sonrías y ver en tus ojos que confías en mí…. O que podrías llegar hacerlo. ¿Lo harías?

Cruz cerró los ojos con fuerza y una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla.

Seth alzó los ojos al techo y soltó un suspiro tembloroso.

 -Yo ya lo he intentado – se puso en pie y caminó hacía la ventana - ¿esta mi hermano abajo?

 -¿Te gustaría hacerme el amor?

 -¡¿Qué?! – giró la cabeza hacía ella. ¿Habría escuchado bien? Cruz tenía los puños apretados sobre las piernas. ¿Sería capaz de entregarse a él solo para que no se marchara?

 -¡no joder, no es eso lo que quiero!- se acercó hasta la silla y se dejó caer de rodillas ante ella. Buscó su mirada. – No así, no en este lugar ni de esta manera.

Cruz le apoyó las palmas de las manos en el rostro, sus dedos eran suaves, cálidos. Su faz era un cuadro de emociones, temor, nervios, deseo.

Seth se incorporó y al hacerlo la tomó en brazos. Cruz se aferró a su cuello con los ojos tan abiertos que amenazaban con  salir de las orbitas.

 -¿Dónde me llevas? – escuchó que ella le preguntaba.

 -A la cama, es tarde y si mañana regresamos al “muro” tendremos que descansar. – la notó temblar e incluso esperó que ella se opusiera, le sorprendió que no abriera la boca. Con cuidado la dejó sobre el colchón y como si estuviera acostumbrado hacerlo siempre se dedicó a desatarla los cordones de las botas. Poco después se acostó junto a ella en la cama – Cruz si no respiras te morirás.

Ella jadeó soltando el aire y ambos sonrieron.

Faltaba mucho para que Cruz se relajara pero conseguir que estuviera quieta junto a él fue un pequeño avance. La acarició el cabello como al descuido, enrollando un dedo sobre uno de los mechones. No pensó besarla pero sus labios se acercaron a la boca de fresa. La rozó con dulzura, ella no respondió. Seth no se dio por vencido, lamió, besó y mordisqueó sus labios hasta que ella con timidez le dejó pasar. Sabía a café y chocolate.

Fueron varios minutos en que sus bocas se retorcieron y sus lenguas se acariciaron. Seth apartó la cabeza para mirarla:

 -¿estas bien? ¿Te he hecho daño?

 -No.

 -Ahora vamos a dormir un poco Cruz – se amoldó al cuerpo de ella cruzando un brazo por la estrecha cintura.

 Después de un rato de estar en silencio Cruz se atrevió a pasarle un brazo por el costado ya que estaba echado de lado.

 -¿Vendrás solo por la boda o te quedarás? – le preguntó con la cabeza apoyada contra su pecho. Seth estaba embriagado por el aroma que desprendían los cabellos femeninos.

 -¿Tú que deseas que haga?

 -No quiero que me dejes sola Seth, llévame contigo.

-¿Por qué? – Su corazón golpeó exuberante en su pecho. Quería escuchárselo decir.

 -Porque te quiero más que a mi vida y sé que si te dejo de ver me moriré. Seth, tú crees que soy muy fuerte pero no es cierto. Desde que pediste que te separaran de mi te he echado mucho de menos – sus ojos brillaron emocionados cuando alzaron la cabeza para mirarle – pero cuando me entere que te marchabas y yo corría a buscarte, rezaba en todo momento porque te quedaras conmigo. No sé como hacer para al menos intentarlo… ¿me ayudaras?

Seth sonrió feliz y chocó su frente contra la de ella sellando un pacto.

 -Lo haré Cruz. Estaré junto a ti siempre.

 -¿y me tendrás paciencia?

 -No lo preguntes con miedo, tendré paciencia.

 -¿y que pasa con todas las cosas que te disgustan de mi?

 -Tienes otras que las compensa – la dio un casto beso en los labios - Duerme un poco que yo… - Atónito observó la puerta que se abría despacio y en silencio. ¡Estaba seguro de haber cerrado con llave! De hecho la llave aún seguía en la cerradura.

 -Perdón – Alicia agitó una diminuta ganzúa y los miró curiosa - ¡Dani, te toca pagar!

 -¿pero que coño haces… - Seth se sentó sobre la cama - … hacéis aquí? - ¡no podía creer que hubieran arrastrado a Diego hasta allí! pero no era imaginación suya porque el cuerpo de su hermano ocupó todo el hueco de la puerta antes de cerrarla.

 -No podíamos dejar que viniera sola- contestó Diego observando la cama con el ceño fruncido.

 -¿Qué ocurre? – se mosqueó Seth pensando que su hermano desaprobaba que Cruz estuviera recostada junto a él.

- Es una cama un poco pequeña.

Dani fue la primera en subirse al colchón por la parte de Cruz:

 -Esta blandita.

 -¿Qué creéis que estáis haciendo? – Seth estaba flipando, ¡pues no se estaban acomodando todos en su cama! -¿no veis que no cabemos?

 -Tienes razón – contestó su hermano cogiendo a Dani en vilo. La dejó despotricando en silencio en la silla que antes había ocupado Cruz - ¡has perdido la apuesta nena! Te toca dormir ahí, y no me pongas ojitos que hoy no me convences, si no sabes perder no apuestes.

Pasados veinte minutos, Seth y Diego estaban tumbados en mantas que extendieron sobre el suelo. Las tres muchachas ocupaban la cama felizmente.



31

La imagen del espejo devolvió una Dani elegante. El cabello recogido en un sobrio y estirado moño hacía que sus facciones se marcaran casi con fuerza. Ojos grandes y grises, labios carnosos… incluso ella elevaba el mentón desafiando a la mujer reflejada. Iba a casarse ante un cura y de blanco, igual que lo hicieran las mujeres  antes que comenzaran a formarse las bandas territoriales y las resistencias, antes que la humanidad estallara en grandes revueltas tan difícil de salvar que la decadencia en los países era palpable. Ella, Lady de los Justos, a regañadientes todavía por saber que los planes de su padre habían salido como él esperaba, acudiría a su boda por no defraudar a Diego y porque lo amaba. No por ello les daría el gusto de verla relajada.

 -¡No me mires así, Carmele! – sus ojos se encontraron a través del espejo.

 -¿No te gustaron los vestidos que te consiguieron las muchachas? Hombre alguno era anticuado pero seguramente…

 -¿tan mal me veo?

 -No, te ves igual que siempre pero en blanco. ¿Cómo has conseguido aclarar el cuero?

 -No lo he hecho. Obsequio de Alicia – respondió con una sonrisa.

 -Pero no irás armada ¿verdad?

 -Por su puesto que si. ¿Crees que mi padre no lo hará? – No esperó contestación – No te preocupes Carmele, confió en él y sé que su pacto no se romperá pero eso no quiere decir que no me apetezca tenerlo intimidado lo que dure todo esto.

Carmele se sentó erguida en una de las sillas.

 -Lady, sé, aunque no quieras reconocerlo, que has echado en falta a tu madre en más de una ocasión. Es admirable como tú y Alicia os habéis cuidado la una de la otra durante todo este tiempo, sin ninguna mujer a vuestro lado que os… ayudara, que os explicara.

Dani se volvió a mirarla repentinamente incomoda y Carmele la tranquilizó con una sonrisa.

 - Si Cruz me da una alegría y sigue tus pasos se convertiría en tu cuñada, a mi me gustaría que me vieras como a una madre.

 -¡Pero mami! ¡Siempre te he visto así! – se inclinó abrazándola con cariño.

 -Hablo en serio Lady.

 -Yo también…

 -Por eso creo que deberías usar faldas el día de tu boda. Hay un vestido largo y ajustado en el armario.





Dani accedió que la llevaran hasta la iglesia de los Damales en automóvil, entre otras cosa porque habían desaparecido todas las motos, seguramente para que no se sintiera tentada.

A medida que se iban acercando al poblado sus nervios comenzaron a dispararse de manera peligrosa. ¡Por dios, tan solo era una boda! ¿Qué la costaba escuchar a un sujeto predicando las palabras sagradas? ¡Un completo aburrimiento! No había ido a la iglesia en su vida, no era atea pero sus creencias religiosas no eran firmes ni solidas. No concebía la idea de un dios poderoso cuando tantas desgracias acuciaban al mundo existente al exterminio.

El día, aunque frio, estaba soleado. Un sol resplandeciente se suspendía del celeste firmamento abrazando el pequeño poblado de los Damales, el único que se había esmerado en mantener la iglesia intacta y en buenas condiciones desde hacía décadas.

La gente ocupaba tanto el interior como el exterior con ojos expectantes esperando que Lady de los Justos hiciera su presencia. A partir de ahora ella seria la esposa del nuevo gobernante Torresino y su mano derecha en la milicia.



Diego escuchó los murmullos de la entrada y supo que Dani había llegado. Se estiró la chaqueta y cruzó las manos tras la espalda.

Sus ojos se abrieron con sorpresa. Dani estaba preciosa, los pantalones blancos se ajustaban a sus piernas largas y torneadas como un guante, casi deseaba que se girara para admirar a placer el perfecto trasero que le tenía completamente loco.

La cazadora de cuero, también blanca, terminaba sobre su cintura ajustándose hasta el inicio del pecho con un profundo y sugestivo escote. Botas blancas hasta las rodillas, no la bastas de motera si no unas brillantes de altísimo tacón. Y por supuesto, la larga catana colgando de sus caderas en el cinturón plateado.

Diego sonrió y con disimulo acarició la navaja de mariposa que guardaba en el bolsillo. Eran tal para cual, cada día estaba más seguro de ello. Sentía cierta duda sobre quien protegería a quien, desde luego ella estaba más preparada. Él aprendería.

La ceremonia se le hizo cortísima. El reverendo había hablado mientras él acariciaba la palma de la mano de quien se estaba convirtiendo en su esposa. Pensar que no habría reparado en ella de no ser por Seth le hizo comprender lo ciego que había estado durante todo aquel tiempo, siempre pensando en su gente y en evitar los problemas cuando lo único que debían hacer era enfrentarlos. Los Justos los necesitaban tanto como ellos de su protección.

 -Vámonos – Dani le cogió la mano y lo arrastró hacía las escaleras. Estaban de nuevo en el Muro donde habían celebrado una agradable reunión. – Vamos a dejar que se diviertan que en breve todos estaremos muy atareados. Además te he preparado una sorpresa.

 -¿Quién tú? – preguntó incrédulo ascendiendo las escaleras tras ella. Sus ojos viajaron desde las botas hasta las nalgas admirándola fascinado hasta que alcanzaron el ultimo escalón.

La escuchó reír y con un brazo la atrapó la cintura atrayéndola hacía si.

 -¿Quién ha preparado la sorpresa?

 -En realidad se les ha ocurrido a las chicas, un regalo de boda.

Entraron en el dormitorio donde habían colocado una enorme bañera sobre una espesa alfombra. Los vahos del agua se elevaban al techo incitándolos a hundirse en su deseada calidez.

Se desnudaron lentamente, prenda por prenda entre besos robados terminando ambos en la tina. Dani a horcajadas sobre él.

 Ninguno de los dos sabía lo que el futuro les podía deparar. Que ellos hubieran conseguido la paz no significaba que no debieran enfrentar nuevas guerras. Todo un país dependía de ellos pero esa noche no quisieron pensar en ello, no deseaban estropear la felicidad que les embargaba en aquel momento.

 -Sabes que tienes razón ¿Dani?

 -¿En cuanto a qué? – preguntó ella en un murmullo apagado contra su pecho.

Diego la tomó de la cintura y la elevó hasta que sus labios se rozaron.

 -Nos encontramos como al principio de la historia.

 -¡no! – Rio ella con una sonrisa ladina -¡no es igual que antes! ¿Sabes porque? – él se encogió de hombros – Porque esta vez, es una mujer la que manda.

 -Una mujer… una mujer… - relató Diego haciéndola callar con sus besos.- la hija, la esposa, la madre, la abuela. Las fundadoras de la vida.





Cruz se estremeció al sentir los fuertes brazos de Seth rodeando su cintura, el cuerpo grande pegado a su espalda, la lluvia de besos que regaba su nuca.

Extrañamente no sentía miedo al contacto, admitía que hasta la agradaba cuando la acariciaba de forma tan dulce y tierna. ¿Cómo era posible que unas manos tan grandes y fuertes pudieran ser tan suaves como el roce de una pluma?

Buscó sus ojos dorados y enredó sus dedos en el largo cabello obligándolo a mirarla.

 -Seth ¿Harías algo por mi?

Él alzó las cejas fingiendo pavor.

 -¿con quien debo pegarme?

Cruz soltó una carcajada, llevaba unos días que había probado a exteriorizar sus sentimientos y estaba feliz por ello. Exultante, sería la palabra que mejor la describía.

 -¡con nadie tonto! – Se sintió tímida – Quería saber si me podrías cantar la canción de la otra vez. La de somos dos locos…

 -… dos locos de amor.



Muy cerca de allí, Alicia terminaba de preparar la moto. No llevaba muchos bultos, una mochila oscura y sus armas.

Terminó de guardarse el mapa en el bolsillo exterior de la guerrera. Ya se había despedido de todos sin embargo alzó los ojos hacía la ventana superior. Dani y Diego estaban allí, observándola.

Tragó con dificultad, aspiró hondo y puso el vehículo en marcha. Quizá algún día regresara al Muro, cuando hubiera encontrado su propio destino.

Lanzó la moto sobre el negro asfalto… y aceleró perdiéndose en la silenciosa noche.

Fin.