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domingo, 22 de enero de 2012

Descubriendo a la mujer

Descubriendo a la mujer


Lo siento tengo mono de escribir. Espero os guste.

Hoy es como ayer y sin embargo, mi mente funciona de otra manera. Yo soy la misma y nada a

mí alrededor parece cambiado. Pero hoy me acuerdo de ella, siempre lo hago, es inevitable, la

quiero.

Hoy la veo a ella, tal y como es, sin máscaras ni condiciones.

Me doy cuenta de que no la conozco, de que nunca me preocupe por hacerlo, de que nunca

pude separar las dos almas que lleva en su interior.

Siempre la vi fuerte, dura como una roca, inmortal. Tan cerca de mí y a la vez tan

dolorosamente lejos.

Todo mi mundo giraba en torno a ella y yo, no lo veía. Ella estaba allí.

Sí la necesitaba, corría por mí. Apoyaba su mano sobre mi frente. Aún la siento suave y fresca

sobre mi piel ardiente, con aroma al jabón de rosas.

Todavía puedo ver sus ojos castaños, del color del caramelo fundido. La recuerdo. Ahora parece

tan distante y...tan triste, moviéndose en silencio, casi con prisa, pasando inadvertida.

La miro tratando de leer sus pensamientos, imaginando lo que ella siente.

Está casada. Su vida es monótona, corriente. Sus hijos, su alegría. ¿Su única alegría? En las

tardes se sienta en un anticuado sillón, coge su novela y entre tanto alboroto trata de leer. La

lectura. Su único vicio. Un vicio Incomprendido. No me acuerdo de sus risas, pero sé que las

hubo. Sus alegrías se esfuman de mi memoria. Tan sólo se limita a vivir.

Ella está aquí, en mi cabeza, en mi corazón. Ella escucha mis problemas, mis dudas, mis

pensamientos. Vive por mí y moriría por mí. Entonces hoy ¿por qué me siento capaz de

separar su alma de mujer y verla realmente cómo es? Quizás mis ojos han estado cegados por

mi egoísmo y hoy, al abrirlos de nuevo, he visto las cosas desde una perspectiva diferente, más

tierna, más humana. De nuevo vuelto la vista atrás y descubro a una mujer joven, bella, alegre.

¿Es feliz? ¿Lo fue? No sé cómo se enamoró, mí como fue su primer beso, ni lo que sintió.

Nunca me contó nada y me siento mal al pensar que todos esos sentimientos los guarda para

ella.

Quisiera hablar con ella, conocer su alegría de niña enamorada, sus deseos más locos y

descabellados. Quiero escucharla reír. ¿Cómo son sus bromas? Necesito saber que fue feliz,

que fue feliz y que sigue siendo amada. ¿Es ese hombre el amor de su vida? Ella no lo dirá y yo,

no lo preguntare jamás.

Busco en sus ojos, la tierna mirada llena de paz. ¿Fue apasionada? ¿Aún lo es?

Suelto una carcajada, corta, con desgana, despectiva y miro el libro que hay sobre la mesa. Era

de ella. Lo leí hace mucho tiempo, como tantos otros que me fue regalando. Ahora conozco su

secreto.

Esas novelas que perduran eternamente, donde los caballeros son hombres y las

damas...señoras. Donde el amor y las escenas más ardientes se reproducen como una película

en la mente del lector. Unos renglones que hacen soñar, volar en el tiempo y vivir en un mundo

mágico. Crear un amor para la imaginación, para seguir viviendo. ¡Qué pena no haberla

descubierto hasta ahora!

Y aún sigo exigiéndola más, como sí me perteneciese.

Me gustaría llamarla, abrirla mi corazón, desterrar está vergüenza que siento. Quisiera ser su

amiga. Necesito que entienda que la quiero, que se lo que esconde su alma. Sé cómo sueña y a

pesar de esconderse tras esa fachada de abuela y madre, sigue siendo mujer.

Desea que la digan lo bonita que se ve con ese vestido nuevo, o que hermosos sus ojos cuando

brillan soñadores. Necesita saber que la quieren, que piensan en ella.

_Yo lo hago, madre.

Hoy te veo diferente. Ahora eres mi igual, ni mayor ni menor. Eres persona como yo. Tú corazón

late igual que el mío y tus ojos lloran igual que los míos.

Me gustaría saber en qué lugar del camino te deje atrás y sin embargo sé que sigues conmigo

tocando mi frente.

Me regaló la vida, me dio a conocer en su mundo. Me consejo, me cuido. Se preocupó por mí y

lo sigue haciendo. No he sabido valorar tantas cosas. Su amor infinito, su cariño.

No sé quién soy yo ahora. La que escribe bellas palabras o mi única que nunca te dijo: TE


QUIERO, MADRE.

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